El espejo de una superficie
arrebatada por los vientos es incompleto. Rizadas, las aguas germinarán
detalles de un inequívoco desconcierto, y de un leal acercamiento. Cuando
rebuscadas las hallen, el brillo, su brillo será pertinaz.
Soles desde los altos
profundizan la concavidad de un lago. Desarrollo prematuro, convergiendo en
convexidad por las levedades de los vientos, esa laguna reclama su apogeo. Y es
el sol permitiéndose colmarla, domarla y extralimitarse según sus
credibilidades donde los fuegos llamean.
Es imposible ver aquel lago,
el sol ha descendido y las calmas por una beatífica ensoñación se disuelven
ante los abruptos pasos de lejanías rupestres. El sol bajo a la tierra, se apoderó
de unas aguas y es relato de fuegos inclementes. Pugnarás por desafiarlos, por
derruirlos y despojarlos de la tierra; pero llamas hay que acometen contra
cualquiera. Y desde que ya no hay sol celestial, estas brumas desde las aguas
desafiándolo conquistan las lúgubres marchas hacia esquelas de indómitas
limitaciones.
Sol que no se va es sol que
detiene en sí los clamores e incendia los perímetros. Deglute los horizontes y
marcha fiel hacia las hegemonías de cuartos asoleados por derramarse, destellar
y aproximarse –vanamente- en sienes de todo órgano abstraído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario