Desde que el mundo lo ha
concebido, todo termina adentro de los vacíos. Si los espacios no fuesen
huecos, y si los vacíos no los atravesasen, ese agujero quedaría donde nació.
Destronando los cercos de sus
presas, creo haberlo visto. No es certeza alguna dada mi parcial capacidad
visual, pero ese agujero ha estado ahí, sobre el terreno. No sé si podría haber
llegado en un intento a éste, pero lo hice. Y ante sí arroje unas maderas. Pero
los residuos no cayeron adentro porque justo en el mismo instante, desaparece
el orificio. Es que cae y cae, así lo veo; cae desde la superficie hacia lo
profundo cada vez con mayor velocidad. Y las maderas sobre el terreno quedan,
sobre la arena, entre los escombros.
Nada tiene para sí un motivo idéntico;
se atenta contra lo irascible con un poco de vileza. Y creo, supongo, que tal
vez deba conocer un porqué antes de arrojarme adentro. Y mientras me retiro
caminando, veo otros hoyos desapareciendo.
Y comprendo: los vacios están
venciendo. Y todo correlato de síntomas se irá alejando mientras tema volver
sobre el terreno ya abandonado.