Estoy detrás tuyo, a lo lejos;
aunque siempre parezca tan cerca. Estoy ahí, donde las incongruencias afluyen
como mero razonamiento táctil de subterfugios. Estaré ahí, siempre ahí, ante
cada resueno de dilatados enlaces.
Cada vez que sueño morigerar
tus atavíos, vos siempre otro sos, otro ligamiento. Estás por encima del marco,
del umbral y de cada cadencia. Siempre adjudicás uniones donde se consolidan
huecos. Porque, al haber muchos como vos, los ligazones vienen, se agrupan, se
contraen hasta permitirme ser puerta hacia donde te dirigís. Las mallas de tu
suelo son salidas emergentes hacia los conclaves de las marismas intravenosas
que degüellen espíritus donde cada presagio es antagonía y preexistencia de
malsanos por haber. Y me escapo, huyo, me secuestro hasta parecerme indócil y
maltrecho.
Aunque cerca estoy, no podés
librarme y ante las usanzas de convertir en paso todo retoño de suelo, nunca
hallarás la realeza donde un vacío hay en expectativa de ensueños. No podés, no
pueden abrir esa entrada de madera y cobre. No podrán ser empleables siendo
carroñas de otras utilidades, no podrán. Y mirá la savia desde un tallo
desplazarse como otro enlace abstracto se permite describir.
No podían atravesar la puerta
ni intentarlo los enlaces, los pasillos que se acercaban hasta mí. Siendo puerta,
siendo una mera puerta abierta o cerrada, cerrado estaba inutilizando los
ligamientos de aguardada espera inmortalmente cerca.