Entre la polémica de los
constructores, comienzan a elaborar un muro frente al mar. Lo alzan con
ladrillo y cemento, aquellos tan involucrados trabajadores. Y ante la
postulación de varios devenires perjudiciales, sin oír construyen.
La inicial contienda la había
dado éste, ese mar profundo y mezquino, sagaz y humillante. El primer motivo,
el último existente. Y las verbosidades daban movimientos entre delinquires absorbiéndolo
todo hasta callar las náuseas del incompromiso.
Ellos llevan ladrillo por ladrillo,
piedra por piedra hasta la sinuosa emergencia del principio voraz. Día y noche
laboran hasta comprenderse en su justo y sano medio prefabricando anzuelos
sobre la arena tirados.
Porque nadie más que ellos
conocían las injurias y amenazas por el océano dichas, explicadas. Nadie más
que ellos había oído la sentencia de asfixia si el mar los tocara.