Que no veas, que no hables ni
llames,
son persuasivos trotes de un
descalzo caballo balanceándose entre muecas.
Nada podrás sujetar, nada
podrás comprender ni realizar
con corridas de pumas
recorriéndolo todo hasta teñirte de marrón cetrino.
Que no veas, que no hables ni
llames,
es tu juicio.
Nada podrás sujetar, nada
podrás comprender ni realizar
es el momento de tus segundos
clamándote juzgada.