El corre, él avanza hasta
congelarse junto la pared antes de trepar la ventana. Contra el frío muro, él
salta hasta apretujarse junto a la ventana que toca, que intenta palmar, que
sustrae de su profundo contemplativo examen. Rompe el vidrio, atraviesa la
pared, y cae junto a dos hombres.
Corriendo salta rompiéndolo todo.
Ve su estatus vital aún, ve su cordura, su ambición y ansiedad hasta ver dos
personas más. El podio se agiganta, se agranda y empequeñece ante sus vistas.
Pero él corre saltando a través de saltos corriéndolo presa de la velocidad.
Llega al podio, llega junto a más.
Aferrado a sus saltos, él
saltando se balancea hasta prometerse sobre el vacío desde la ventana
existente. Nada de quietud, nada de acción, él ve a dos personas saltándolo como
si un paso más fuera. Pero él espera, él contempla el podio con su montículo
absorbiéndolo, a él y a sus dos compañeros que intentan el mismo resultado.
Si yo fuese injusto, me
hubiera desarmado e impedido sus breves moradas en mí; pero los he recibido, y
conjuntamente, he ofrecido hospedaje a estos tres hombres hasta sus idas. Han llegado
para meditar, o contemplar, las inmediaciones del ámbito donde resido,
habituarse, quedarse hasta que triunfen sus discursos. Por haber sido podio lo
resolveré carcomiendo las últimas apariciones hasta delatarlos en mutuo acuerdo
de fugas.