Caerá desde tu mano, desde la
mía, esa floreciente lona escurridiza. Será piso, será suelo, será cohorte de
todo cimiento hasta poder restregarla sobre airosos vientos.
Cayendo suele verterse como si
catarata fuese donde los agujeros predominarán ejecutándose prontos a revertirse. Caerá cayéndose, y será
aluvión, será hueco y será caída donde podrá enemistarse todo cuerpo por más liviandad
que tenga. Los bordes reclamarán airosidades para distenderse desde cuevas
donde sólitas estarán; donde cada uno se vea con oropeles de látigo bruñido. El
justo medio de la lona estará por acá donde provocarlo sería injusta decisión
hasta comprender su anublado esqueleto y factor acumulante.
¡Hasta hartarme comprenderé!
¡Será mi munición, y será mi justicia! Donde caerá la agarraré y podré arrojarla
hacia otros suelos, otros dominios, y otras investigaciones. Donde solo
estando, servirá. Porque comprometerme podré, y aún así lo haré significando
lúcidas iras de una mano que no aferró su lona.
Desafiante, iluso, él tenderá
la capa como si deseo fatal fuese, inservible y caótico por presunciones esqueléticas
merodeando agujeros con otros vapores ajusticiando. Y podrá distenderla sobre
un mural hasta dejarme inquietamente reanudando la compañía de otros aires cayéndolos.